Para Gustavo Santaolalla existe una vibración tanguera cósmica, un factor urbano melancólico y tristón con sedes posibles en las voces y en la lírica de Tom Waits, Nick Cave O Marianne Faithfull. Sobre ese concepto de apertura global, Bajofondo invadió varias capitales del planeta en busca de esas almas en llamas. La lista es fastuosa: Elvis Costello, Nelly Furtado, La Mala Rodríguez y Gustavo Cerati aparecen en la primera linea de Mar dulce, segundo trabajo del colectivo rioplatense ahora con forma de banda estable y brazo musical variopinto de nuestro inquieto Marco Polo. Cada una de las dieciséis canciones encierra un laborioso trabajo de producción: infinitos arreglos de cuerdas, compases tangueros con citas a la orquesta de Juan D’Arienzo o Eduardo Rovira, la ingeniería electrónica de pista y sampleos de Eduardo Mateo, Arco Iris y Zitarrosa trabajan sobre la memoria como pequeñas guías de devoción e influencia. Los poderosos temas instrumentales y las canciones diseñadas para el floreo de las voces invitadas muestran a un grupo de investigación preocupado por demostrarle al mundo la existencia de algunos genios ocultos del Río de la Plata. Así, la milonga uruguaya se confunde con el hip-hop y el candombe suena a carnaval robótico.