La banda sueca de death metal melódico pasó una vez más por nuestro país para presentar “Battles”, su disco más reciente.
Principios de los 90. A contramano del mundo – que viraba del heavy metal más clásico hacia el grunge -, los siempre revolucionarios nórdicos toman lo que aprendieron de los clásicos del rock pesado de los 70 y 80, le dan una vuelta de tuerca y crean algo nuevo. Así nace, de las manos de bandas como In Flames, Dark Tranquillity, At The Gates, el célebre ‘sonido de Gotemburgo’: un death metal agresivo, gutural y al palo, pero con la melodía y el estribillo ganchero como prioridades innegociables.
A casi tres décadas de aquel experimento y a 8 años de su anterior visita, la banda liderada por el vocalista Anders Friden, su miembro más antiguo, regresó a la Argentina para presentar en sociedad su disco número doce.
El show, que empezó puntual a las 21:30 de un caluroso martes, puso el foco en su trabajo de estudio más nuevo, del que sonaron, en el arranque “Drained” y “Before I fall” y, más tarde, “Save Me”, “Here until forever”, “The truth” y “The end”.
Con un sonido que arrancó bastante flojo, pero se fue ajustando conforme avanzó la velada (la voz, a decir verdad, fue prácticamente inaudible durante todo el show), desfilaron también clásicos como “Moonshield”, “The Jester’s dance”, “Only for the weak”, “Dead alone” o “The quite place”. Curiosamente, el setlist prescindió por completo del gran Whoracle (1997).
Fieles a sus orígenes, Friden y compañía plantaron bandera y dieron pelea. El saldo: otra batalla ganada.