Alejado de Spinetta y locuaz como pocas veces, Javier Malosetti presentó su nuevo disco “Onyx”.
El sábado 24, dentro del VIII Festival de Jazz Rosario “Santiago Grande Castelli”, Javier Malosetti y Trío presentaron su nuevo disco “Onyx”, el cual presentarán oficialmente el 6 de agosto en el teatro Ópera de Buenos Aires. La cita fue en el teatro del Parque de España.
El intricado y revelador descubrimiento de desmembrar un nuevo disco puede llevarnos a atravesar distintos tiempos. Al principio suele mostrarnos un dejo de gris, todo pegoteado por una cierta monotonía. Después van apareciendo los colores, a medida que se lo apropia. Se van separando las partes, van apareciendo los vértices, hasta tomar cada tema cuerpo propio.
Pero estos colores no tardan en aparecer en “Onyx”, disco variado, contundente, que surca distintas sensaciones a través de sus 12 temas… calma de agua que se desliza sin prisas, estallidos de cataratas, fuego, estrellas que van naciendo en el cielo que empieza a dormirse, viento que arrasa con todo a su paso… hasta el cierre perfecto con el tema que otorga nombre al disco. Y después, una yapa con otra versión del tema “Rough biker”, dedicado a su amigo “Conejo”, quien “todo lo que tiene en el mundo es su bicicleta” según dijera Javier al tocarlo en el recital.
Además del piano de Andrés Beeuwsaert y la batería de Pepi Taveira, excelentes músicos que acompañan a Malosetti en el trío, el disco cuenta con la participación de su padre, Walter Malosetti, en guitarra, Bolsa González en batería, Rafa Arcaure y Claudio Cardone en sintetizadores, Richard Nant en trompeta, Pablo Puntoreiro en saxo tenor, el rosarino Juane Scalona en trombón, y la inconfundible viola blusera-rockera de Pappo en el tema “Triceratops”, bajo un corte jazzero que logra una mixtura y sonido muy especiales. Javier toca bajo eléctrico, contrabajo, guitarra y batería.
Un intenso pero pequeño “Kevorkian”, un sincopado “Full glasses”, un “Noviembre” mezclado de soul, se entremezclan con “Banana boat” de Harry Belafonte, el famoso tema de la publicidad de “Bananita Dolca”, golosina fálica si las hay, según bromeaba el bajista en el escenario. El tema “Onyx” con Javier en contrabajo, guitarras, y suaves coros de fondo, y sintetizadores con sonidos de flauta traversa y teclados.
En aquella noche de sábado mechó temas de su nuevo disco con canciones anteriores, como “Morning moode”, dedicado a su hijo Julián, “In a silent way”, o “Obi-one”, tema dedicado a su padre, entre otros. En el cierre tocaron el tema de Pappo “El tren de las 16” y “Con Elvira es otra cosa”, los cuales no quedaron en el disco. Músico amplio, que escucha y aprecia muchos estilos musicales, y al interpretarlos todos pasan por el cristal de su visión, dándole ese sello inconfundible y personal.
El sonido del teatro tuvo algunos problemas en un principio, ante lo cual el músico desde el humor le explicó al sonidista las fallas que habían. El teatro tiene la única falencia de tener el escenario demasiado alejado del público, lo cual apaga un poco la intimidad del recital. Esto mismo decía Javier, quien aclaró que la próxima vez que tocara allí lo haría en el suelo, en aquel espacio que queda entre el escenario y la primer fila de butacas.
Aunque había dicho que no sabe cantar, y el disco nuevo tiene poco canto salvo algunos coros y voces de fondo, cantó mucho durante el recital. Tuvimos suerte… nos regaló su voz, esa dulzura que parece surgir de algo que no se puede explicar.
El bajo en sus manos pareciera cobrar vida, se retuercen sus dedos, sus brazos, es como si pariera esa música que nace de entre las cuerdas, toca con todo el cuerpo… ¿o es el bajo que lo interpreta a él mismo?
Al ir a un recital de Javier Malosetti tenemos un aval de pasar una buena noche. La excelencia musical, la revolución de sentidos que despiertan, el vértigo y la energía, sumados a la simpatía y buen humor, hacen que las dos horas de espectáculo parezcan cortas.
En cierto momento agradeció al público por estar allí esa noche, y “por haber ido a verlo con la banda de Spinetta” el sábado pasado… ante lo cual la mayoría rompió en risas, ya que en esta última fecha Luis Alberto había presentado su nueva banda, en la cual no está Malosetti. Aclaró que la separación había sido en buenos términos, y que eran grandes amigos.
Esto conversábamos con Javier en una larga charla antes de su presentación en el teatro del Parque de España.
¿Por qué no estás más con Spinetta?
Javier Malosetti: Luis en principio se separó del Tuerto (Daniel) Wirzt, que es el batero que está hace mil años con Luis… antes que yo volviera a la banda, porque el Tuerto fue el baterista de Los Socios del Desierto, que fue la banda que armó Luis cuando desarmamos la banda en la que tocábamos el Mono Fontana, Jota, Claudio Cardone, etcétera. A mi me encanta la música de Luis, pero me había acostumbrado mucho, habíamos armado un tandem bastante sólido con Dani… me tomó muy de sorpresa que lo saque del proyecto, para llamar a un batero que es de características puntualmente contrarias, con respecto al estilo, la técnica, la forma de tocar, el sonido del instrumento, y la forma de encarar los temas. Asique iba a ser una tarea muy ardua, un laburo de muchas sesiones de ensayo, de conocernos y armar un repertorio de 30 temas que tocamos en vivo. Iba a llevar mucho tiempo, ya había terminado de grabar “Onyx”, estaba empezando a ensayar con los músicos lo de la presentación del Ópera que va a ser el 6… dentro de poco. Así que no le iba a poder hacer demasiado la gamba. De hecho se la hice un poco, hicimos unos cuantos ensayos. Pero bueno, se tornó medio imposible. Le dije que aprovechaba que estaba adoctrinando un nuevo músico y que la banda estaba pasando por un receso justamente por aquello de enseñarle al nuevo integrante de la banda, que me pareció un buen momento para irme yo también, y que él consiguiera un nuevo bajista. Pero bueno, le dije que igual le iba a hacer la gamba en las fechas que tuviera ya tomadas de antemano… pero él ya consiguió una reemplazante, así que no hizo falta que le hiciera esa gamba. Ya salió adelante con una nueva banda, que me pareció lo más sano también. Porque el Tuerto y yo habíamos formado inclusive una dupla muy sólida no solamente en la parte musical o artística del show, sino que éramos los más combativos a la hora de arreglar cuestiones extra musicales… como cachet, horarios de ensayo, etc. No con Luis, eso no lo hablábamos con Luis, sino con la gente de Ohanian… yo que se, ir a pelear la mosca de los shows, o mejoras en las áreas que sea… la forma de viajar, los viáticos de los ensayos. Éramos los piqueteros, Castells y su mujer. Yo era la mujer, la que salía en “talopes”.
Fue un duro golpe… me hice muy amigo del Tuerto, fue mi compañero de pieza en cuanta gira hicimos, lo quiero mucho. Hace mucho ahora que no lo veo, desde la última vez que tocamos con Luis. Espero volver a tocar con los dos, no se si con todos juntos. Aparte seguro que va a suceder, con Luis terminamos en los mejores términos, así que esa puerta quedó abierta para que volvamos. Ya pasó una vez, ya nos alejamos una vez y volvimos a tocar. Hacer algo juntos, no se qué… un disco, una participación como invitado en algún disco o algún show, o morfar, o fumarnos un porro, cagarnos de risa, mirar la tele, no se… lo que sea.
Luis es mi héroe musical de toda la vida, y después desde hace unos años es mi gran amigo. Y esa mistad, y esa cercanía con ese héroe no ha empañado ese misterio que uno tiene un ícono para su fan. A veces cuando uno se hace amigo de esa persona que admira y lo ves sacarse los mocos y rascarse los huevos, decís: “bueno, ya está… es uno como yo. Que se despierta con los pelos así en la mañana y con baranda en la boca… igual que yo”. Lo conocés, sus errores en el momento de tocar, entonces es común que pase que ese misterio y ese aura que protege al ídolo se diluya. En este caso nunca pasó, el siguió ejerciendo en mí esa cosa aún siendo muy cercanos. Sorpresivo en la manera de componer, admirable en la forma de armar una canción con toda la banda, qué cosa toca cada uno… si bien deja bastante lugar, a mí nunca me hinchó mucho las pelotas con qué tenía que tocar yo. Yo fui bastante libre en ese sentido. Pero por otro lado, por ejemplo todo el disco “Para los árboles” él hizo el disco con baterías electrónicas y después lo llamó al Tuerto para que tocara arriba. Y los bajos los toqué yo otro día, pero él ya había tocado los bajos de referencia, y es un bajista increíble. Y los bajos estaban buenísimos, así que bastante de lo que toqué ya venía como de fábrica así.
A veces uno cree que Luis se junta con buenos músicos para que le terminen de cerrar los temas. Dicen: “compone así porque en realidad tiene al Mono Fontana”, o yo estoy en el bajo… no sé. Y no es así ni en pedo, la cosa viene así de fábrica. Y uno hace nada más que interpretar y tratar de poner lo mejor de uno, sin desvirtuar la idea principal. Es como el concepto de un productor musical también. Un productor que al producir un grupo no lo convierte en su banda solista, pone su propia idea sobre el grupo y los hace sonar para un lado, sino que trata de sacar lo mejor de ellos. Me parece que, yo por lo menos, era lo que hacía. Ponía lo mejor de mí, pero para lo que yo había escuchado funciones y enaltecerlo lo más posible.
Hubo una época como de “mutación” que se veían los afiches de sus recitales, Luis con un bajo y vos con una guitarra…
JM: Sí, me acuerdo. Pero no fue premeditado. Lo mío fue primero, él después salió con un Fender. Yo le había pedido la guitarra esa a mi viejo, es una guitarra muy antigua que me encantaba, pero estaba medio derruida, muy jovata, un poquito rota. Mi viejo la mandó a un luthier que se la dejó de primera. Es una viola de colección de principio de siglo, una cosa increíble. Y se la pedí para la foto, una foto con esa viola que es como posar con un (auto) Thunderbird, o un Studebaker, una cosa vintage impresionante que todavía se mantiene en buen estado… un auto de colección, buena ropa… después uno se pone el mismo jean y la misma remera. Y con la foto lo mismo. El es un gran bajista… y a mí me encanta la viola… así que…
Contáme de “Onyx”…
JM: “Onyx” está buenísimo. Es un disco bastante esperado por mí porque el último disco que grabé es un disco en vivo… que podés mechar algo nuevo, alguna cosita inédita, pero en realidad lo que tocás son canciones de discos anteriores. Entonces el disco en vivo fue compuesto por temas ya hechos.
Y aparte era del quinteto, y ya tocabas con el trío…
JM: Era el quinteto… es más, cuando se presentó el disco el grupo no existía más. Lo presentamos en La Trastienda cuatro noches, y no era el grupo que lo había grabado. Muchos de los temas ya no los tocábamos, hemos cambiado toda la lista. Eso está grabado a fines de 2002, y en el 2003 hice muchas cosas pero no hice nada mío. Grabé un disco con Luis que es “Para los árboles”, hice lo de Pappo, que fue un orgullo impresionante hacer…
El arreglo de los vientos…
JM: Sí, de seis canciones. Y bueno, ahí en esas sesiones también grabamos una zapada por joder, estábamos ahí divirtiéndonos, hicimos una zapadita que se grabó en el estudio ese que es donde se grabó “Onyx” también. Uno que se llama “Del Abasto”. Se llamaba “Del Abasto” cuando estaba en el Abasto, cuando se mudó al campo a Don Torcuato pasó a llamarse “Del Abasto al Pasto”. Y ahora que se fue más lejos todavía, que está en General Rodríguez, no sabían cómo ponerle, y parece que el disco de los Piojos salió “Del Abasto al Más Allá”. Y yo le puse así, me pareció fantástico que le pusieran “Del Abasto al Más Allá”. Es de un gran amigo que se llama Álvaro Villagra que es, no se si decir, el mejor técnico de la Argentina. Si bien hay muchos que me encantan… Marianito López que es el que graba la mayoría de los discos de Luis, el Portugués DaSilva… hay muchos técnicos buenos, pero éste me parece que es un animal. En la mezcla y la masterización yo me siento al lado a verlo laburar, no le digo nada. Es un gran músico, toca el piano, toca la viola.
En ese estudio es que lo conozco a Pappo por medio de él… en realidad me hago más amigo de Pappo por medio de él, porque lo conozco por Luis. En la otra época en las que tocábamos con Jota, Pappo venía a tocar de invitado a veces en el show de Luis. Pero no tenía demasiada relación con él, además era otra época de Pappo en la que estaba más loco, era medio difícil acceder a él. Ahora está más tranqui… entre comillas.
Y bueno, grabamos esa zapada en ese estudio que después fue a parar a “Onyx” también. El disco se grabó en ese estudio que se llama “Del Abasto”, en cinta análoga de dos pulgadas, que tiene esa blandura que no tienen los procesos digitales. Ahí se grabaron las bases: bajo, batería, órganos, piano acústico Rhodes, contrabajo… todas las bases se grabaron de ese modo. Después eso se pasó a pro-tools, que es otro formato para grabar que es digital y ya no existe cinta, es el formato en que se graban todos los discos. Y bueno, en ese formato grabamos en el estudio de Luis, todos los overdaps, las sobre-grabaciones arriba de las bases, las violas, las voces, algunos otros bajos, los vientos, las percus.
Entonces como el último disco había sido un disco en vivo, que encima tocábamos temas más viejos, me fui llenando de temas… porque uno hace temas. Inclusive grabamos más de los que salieron, al final quedaron 12 temas pero podrían haber quedado 16. Grabamos “Elvira” de Pappo que al final no quedó, grabamos un tema de Luis Armstrong muy jodón que al final no quedó, que hoy lo vamos a tocar, grabé una cosa gospel a tres voces que lo canté yo con el bajo, que al final me dio no se qué… y lo saqué también.
Y los temas son muy distintos entre sí. Hay temas acústicos de jazz, hay cosas más eléctricas, hay quizás un poco más de sonidos modernos que en los otros discos, ya que en Spaghetti Boggie, Villa, ni el vivo, no tienen máquinas, sintetizadores, ni nada digital, y acá si usé. Hay baterías electrónicas, sintetizadores, teclados y sonidos digitales… poco, tampoco exageré mucho con eso. Es una textura que se puede usar, y que puede tener que ver con esa temática nueva que es bastante diferente a lo que veníamos tocando. Por ahí puede tener un sonido diferente, pero la dirección musical siempre va a ser medio la misma.
Lo que está bueno en este disco es que, salvo “Banana Boat” que es un tema de Harry Belafonte que nunca lo había grabado porque lo empecé a tocar a partir del trío, todos los temas son míos, así que no hay tanto cantor esta vez. Hay tarareos, voces, y cosas, pero no hay cantante cantando una letra y eso, porque aparte en mi vida nunca escribí una letra… hice una sola canción con letra y no la toco nunca. Está bueno, me gusta hacer un disco que tenga tanta música mía. Compuse cosas, y cosas en todo este tiempo y quería poner todo. Es difícil, pero no solo por una cuestión de espacio, porque podría haber metido más música porque el disco dura 58 minutos, y hasta 80 se banca, podría haber metido un par de temas más, o tres. Pero no me cuajaban. Me parecía un abanico demasiado amplio de música, y tampoco es cuestión… está que tenga un poquito más de unidad, de criterio también.
Porque me gustan muchas músicas, pero no hay por qué ponerlas todas juntas en un mismo plato.
¿Por qué el nombre “Onyx”?
JM: Onyx es una piedra, es una especie de mármol… que hay mucho en las cocinas. Hay unas copias de onyx que son más truchas, ese mármol verde de las mesadas. En realidad el onyx es más caro, es como eso pero más concheto. Hay otro strawberry onyx, que es un onyx rojo que está buenísimo. Esto todo lo aprendí después de haberle puesto “Onyx”.
En realidad… cuando grabé el primer disco, en el ’93, estaba al mango con un libro que es la autobiografía de Miles Davis. Hay varios capítulos de esa autobiografía donde cuenta anécdotas de la Calle 52, donde estaban todos los boliches de jazz. Eran dos cuadras donde había cinco boliches por vereda y pasaba todo al mismo tiempo, todos los que ahora son los íconos del jazz. A la misma hora vos tenías que saber elegir si ver en este boliche a Thelonius Monk o a Charly Parker y Miles o a Dizzy Gillespie o a Bud Powell, no se… Pasaba todo al mismo tiempo. Y hay muchas anécdotas que cuando terminaba la primera entrada se iban a fumar porro, o a pincharse heroína, y se hacían cortar trajes a medida porque eran muy elegantes, que se los llevaba la cana por faloperos y porque había mucho racismo, porque las minas blancas se copaban con ellos y los canas blancos no soportaban eso… muchas anécdotas de ese tipo. Entonces me fascinaba la historia esa de una calle donde pasaban tantas cosas, que por ahí en ese momento no le daban tanta importancia… le daban importancia de ser grandes músicos y punto, no la importancia que merece, que de ahí salió lo que es ahora la música clásica del siglo XX, ni más ni menos.
Había varios boliches, uno se llamaba “The Three Deuces”, hay un tema en ese primer disco al cual le puse ese nombre. Es una canción que el ritmo es de jazz, pero la armonía es más cancionera, más pop por ahí si se quiere.
El tema “Onyx” tiene muchos años, lo hice en el ’97 ó ’98. Y nunca lo toqué porque siempre tuve problemas para insertar la parte… con el quinteto habíamos agarrado esa cosa más a-go-gó y jodona, donde era difícil mezclar una cosa más etérea, porque éramos más guarros. Entonces nunca lo hice, pero tampoco sabía cómo hacerlo porque era un ritmo de jazz pero el bajo no tenía que hacer el walking, tenía que hacer una línea de bajo como si fuera una canción pop. Era medio difícil plantear eso a Pepi también, era hacerle una deshonra, prácticamente, hacerle tocar una cosa así. Y quedó en el tintero… En este disco inclusive tuve problemas, casi queda afuera. En muchos temas toqué la bata, y en este tema toqué la bata también, el contrabajo, y una viola acústica. Y cuando estaba por grabar la melodía de la canción para completarla… no me gustaba de vuelta, y tenía problemas. Entonces probé otra cosa completamente distinta: lo llamé a Claudio Cardone, grabé una guitarra acústica de referencia, le escribí la línea de los acordes, grabé el bajo… así nomás, después lo grabé bien… y sin la batería, con un click. Y él tocó una cosa super espacial, tremenda. Y el tema viró, parecía una segunda parte de aquella canción “The Three Deuces” del primer disco.
Por eso también se llama “Onyx”, porque Onyx era otro boliche, que estaba enfrente, era un jazz club. Está bueno eso que parece que fuera la segunda parte de aquella otra canción y los dos hacen refrencia a algo puntual, a algo en común. Y por otro lado me gustó como nombre del disco, ya que nunca había hecho aquel truco que consiste en ponerle de nombre al disco como el nombre de alguna de las canciones. Nunca lo hice, es la primera vez que lo hago.
Y después me empecé a interiorizar en lo de la piedra, quise ver aparte qué era el onyx. Y es una piedra con un dibujo tan bonito que también se usó en el arte de tapa… esa textura del mármol como fondo de los textos, de los créditos, de la lista de temas… está bueno.
Me parece un nombre re directo, las cosas tan concretas a veces es difícil que suenen poéticas. Y en este caso está bueno, es una palabra que suena tan bonito y por otro lado me gusta que sea un comodín idiomático. Porque también me hincha las bolas ponerle tantos nombres en inglés a la música. Generalmente les pongo nombres en inglés, en realidad porque los yankis han logrado su cometido en mí, que es penetrarme completamente. Lo digo en joda, en realidad no me tomo tan en serio las palabras en torno a mi cosa con la música. Me tomo en serio las palabras si mi hijo me habla en serio, o mi mujer me habla en serio. Pero… por eso yo no canto en español, y si canto en español canto un tema de Pappo, que es de lo más liviano y casi humorístico. Porque de última… vamos, no estoy cantando nada serio. Por eso no canto canciones de Spinetta, siempre toco música de todo el mundo, Spinetta es uno de mis ídolos y podría haber grabado… yo que sé… “Credulidad”. Pero dice cosas tremendas, y yo no me siento capaz todavía de cantar algo así y mirar a la gente a los ojos.
Ser el portador de ese mensaje.
JM: Exacto. Sí, porque creo que el verdadero peso de lo que estoy diciendo o de lo que quiero transmitir, está en la música en mi caso. Porque eso soy yo. Entonces cuando canto, canto la canción en inglés esa de los Beatles que dice “dame guita, vos me gustás pero más me gusta tu dinero”. Ese tipo de pavadas… chistes. o Elvira que le cosa el botón del lompa, o de la camisa que está sucia… el Blues Podrido, y eso. Porque en realidad también soy bastante tímido para cantar. Posiblemente me largué más últimamente, pero siempre me dio bastante vergüenza. Entonces de ese modo también lo disfrazo con todos esos chistes que hay en vivo y todo eso, porque en realidad lo que estoy diciéndome a mí mismo es “bueno loco, tranquilo, no pasa nada”.
No te lo tomás tan en serio.
JM: Me lo tomo en serio, pero hago esa máscara de “estamos jodiendo”.
Tuve el honor y el caradurismo de haber cantado con Luis, canciones de Spinetta a dos voces. Luis el mejor cantante del mundo hispano parlante y más aún. Y yo haciéndole atrás la voz… un caradura. Pero bueno, él me dejaba. Aparte muchas las hice yo, y otras las copiaba del disco.
Pero nunca estudié canto, nunca le di demasiada pelota. Aparte me duele todo, me duelen las sienes, me duele la garganta… canto técnicamente muy mal. Respiro mal aparte, soy asmático y tuve de chico problemas respiratorios de todo tipo.
¿Por qué elegiste el bajo como tu instrumento?
JM: Yo no lo elegí. El bajo me gusta tanto como la batería y como la viola, son los instrumentos que amo, que me divierten… son los instrumentos que había en los Beatles, en The Police que son las bandas de rock que más me pegaron de pendejo. Son instrumentos que tienen inclusive una inserción vital tanto en el jazz como en la música pop, el rock.
Empecé tocando la bata de pendejo. Mi viejo es guitarrista y siempre quiso que toque la viola, y a mí me volvía loco la batería. Porque para un pendejo la bata es como más… como un play station. Entonces empecé con la bata, estudié varios años de pendejo. Y la viola fue el instrumento que tuve paralelo toda la vida. Y después pintó una vez un bajo en casa, y me dieron ganas de ver de qué se trataba. Me parece que bajista me hizo algo… el mundo, no yo.
¿No lo tenés al bajo antes que los otros instrumentos?
JM: Bueno, lo tengo finalmente porque me hice como músico profesional, y laburé con eso, y me conoce todo el mundo tocando el bajo. Pero toco la batería y la viola con igual pasión. Por ahí no con igual destreza, porque el instrumento al que más le dediqué tiempo es el bajo entonces estoy más en training. Pero siempre me encantó la bata y la viola. El bajo bueno… se me hizo fácil. El bajo es en realidad un instrumento fácil, es una pavada. Es el instrumento más fácil de todos, me parece que la flauta dulce es inclusive más difícil.
Bueno… si vos lo decís… (risas)
JM: Y sí, es un instrumento fácil, que le da a un principiante la satisfacción de tocar una base o algo que suene a música desde el primer día de contacto con el bajo. Va a una clase de bajo y el tipo le enseña a hacer un boogie woogie o la línea de “Day Tripper” de los Beatles y el tipo sin saber nada ya toca. Imaginate alguien que quiera estudiar la trompeta, ponéle. El primer día suena horrible, y sonará horrible durante un año. Un violinista a los cinco años es un aprendiz aún. Así que es un instrumento que no presenta mayores dificultades como otros. La bata… si bien tocar un groove en cuatro, derecho, es fácil. Pero el tema de la independencia, es el único instrumento en el que usás los cuatro miembros, y cada uno independiente del otro. Nada… los tres instrumentos me gustan. Con el bajo se me dio, pero se podría haber dado con cualquiera de los tres.
¿Te identificás con cosas de tu personalidad con cada instrumento, sentís que tienen que ver con cosas tuyas cada uno de ellos?
JM: No lo sé, nunca lo pensé de ese modo. Seguramente está ese toque personal del que siempre se habla, más en el bajo que es el instrumento que toqué más que los otros. Seguramente debe haber algo de ese toque único de cada uno en los tres instrumentos. En el que me veo más personal es en el bajo, en la viola soy más imitador de algunos violeros y en la batería también trato de imitar a los bateristas que me gustan… infructuosamente. en el bajo por eso de haber ahondado más en el instrumento tengo un sonido, un toque o una forma de encarar más personal.
¿Le ponés nombres a tus instrumentos?
JM: Sí.
¿Por qué?
JM: No… yo que sé. De psicótico, de loco total. ¿Cómo le vas a poner nombre a las cosas… y hablarle como si fuera gente? Eso es básicamente porque soy un hombre solo (risas).
¿Te gusta el blues?
JM: Sí, siempre me pareció que la música negra era lo que más me gustaba, de hecho me parece que es lo que más me gusta. Es la mayor influencia que puedo tener. Pero después ahondando en canciones viejas me encantó ese punto donde patrón y esclavo mezclan su backgrund para hacer una música donde escuchás al 50 y 50, formas de cantar europeas en los negros, y cosas notorias del blues dentro de la música country. En el principio de siglo toda esa música como el Bluesgrass y todo eso, me encanta. Es música que está entre el country re contra w.a.s.p., re Ku Klux Clan. Pero el mismo blanco a la hora de cantar canta increíblemente bluesero. Y el negro también. Si escuchás a Robert Jonson con esos gallos tiroleses, decís “quién es, un alemán?”. Un Otto cantando esa forma de frasear escuchada de los discos de los trompas, mientras el tipo estaba arreglando el mionca. Y bueno, está buenísimo. Los blancos la verdad que no hay que desmerecerlos. La influencia de la música blanca, de la música europea, la inserción de la música clásica en la música popular americana es innegable.
Desde los Beatles con ese estilo galo, ese modo de arreglar las voces o esas violas que parecen más gaitas escocesas a veces. Esas canciones de un tono, medio Highland, esas cancines nórdicas. Pero ellos a principio de su historia eran fanáticos de Marvin Gaye, de Ray Charles, de Fats Domino, de Little Richard. De hecho en el libro de Mc Cartney cuenta que esa canción “I fill fine”, le pedían a Ringo que toque el groove de “What I’d said” de Ray Charles. Esa cosa de salsa rock. A Ringo le decían que copie ese pattern, que era una canción super grone de Ray Charles. Querían tener ese groove en sus canciones, y de hecho todos los rockanrolles que cantaban tenían esa estructura de blues de música negra. Eran re fanáticos de Elvis, que si bien era blanco… el rock&roll ese era blues histérico, pero era blues.
Me parece que lo de militar tanto por la música negra, o por cualquier música, ponerse la camiseta como un cuadro de fútbol, me parece un error. No me parece un error en un oyente, un tipo que disfruta la música y no es músico. Como los tipos que miran cine… hay los que le gustan las de cowboys, las de guerra, las románticas, y por ahí eso es más para el público, pero puede haber un director que hizo todos esos géneros. Se fue de una cosa épica a una cosa completamente urbana y contemporánea. Y eso está bueno en la música, eso ocurre mucho en la música.
A mí me encanta John Scoffield, es un violero de jazz con el que me siento bastante identificado porque a mí me pasa un poco lo que le pasa a él. El toca muchas músicas, pero finalmente sus discos están en las bateas del jazz. A mí me pasa lo mismo, yo de la batea del jazz no voy a zafar nunca en mi vida. Aunque toque “Money” de los Beatles, aunque con Pepi el show termine en un éxtasis con una crudeza y energía más del rock&roll que del jazz… pero bueno, ya quedé: músico de jazz. El tipo este John Scoffield toca jazz, blues, rock, funk, soul, música electrónica, inclusive por ahí todo en la misma canción. Con una aleación en su porcentaje justo en cada cosa, es un capo… a mí me encanta. Me encanta como compone, los discos… los discos mutan de uno a otro. Un disco es acústico super cool, y después sale con una cosa super maquinosa, étnica inclusive. Pero viene el solo y escuchás ese tipo de lenguaje que creó él y que es un aval musical disco tras disco.
Eso me parece que está bueno, me gustaría ser un músico que pueda hacer eso.
De hecho los planes son montones… me gustaría hacer un disco super eléctrico, el próximo, y el otro que sea un cancionero de jazz y cantar standares de jazz con un grupo chico y con unas cuerdas, y después hacer una adaptación de “El pájaro de fuego” de Stravinsky para una banda eléctrica… y después, volver a tocar con el quinteto… no sé. O hacer un disco con cantantes, entonces invitar a cantantes… no sé, planes montones.
Y está bueno porque uno finalmente todas esas influencias de todas esas músicas de las que uno disfruta, son cosas notoriamente distintas… pero cuando vos las toques, una cosa o la otra, todo pasa por un filtro, que es uno. Y que transforma todas esas músicas de corrientes y de orígenes tan disímiles en un mismo criterio o concepto sonoro, o una misma dirección artística. Estoy hablando más como intérprete, yo soy más intérprete, yo no soy un artista que solo haga su música como Luis por ejemplo. Luis canta sus canciones y cada tanto canta una canción del hijo o de Fito, y listo. Después canta su música. Y a mí me encanta tocar la música de otros, porque soy músico más de jazz originalmente. Y el músico de jazz es más común tocar música del mundo, de alguien, los standares, y mecharla con tu propia composición.
¿Este disco nuevo dónde lo presentás, vas a hacer una gira?
JM: Sí, tenemos una gira por el sur, una girita, 10 conciertos, en Neuquen y toda esa zona… Lo que vamos a hacer es tocar bastante material del disco, mechados con temas de los otros discos también y alguna cosa nueva también que no está en “Onyx”, porque ya estamos tocando otra música también.
Pero la presentación oficial es el viernes 6 de agosto en el teatro Ópera, que es una emoción porque presentar un disco en los teatros tan grosos de la calle Corrientes… es un paso importante. Ya soy como Tristán, o como Nito Artaza. Estamos ahí… con Nito Artaza estamos ahí…
Qué referentes… (risas)
JM: Sí… somos lo mismo.
Se nos han dormido tanto los sentidos, se han cubierto de telarañas… automatizados por la rutina y la supervivencia del día a día… se nos olvida que la vida es cada uno de esos segundos. Pero hay momentos… pequeños, cortos, casi intocables… en los cuales estamos cerca de nosotros mismos, entramos en un contacto, en una simetría de sentidos, cabemos en nuestro propio eje… Uno de esos momentos se concretan sentados en una butaca, o parados en una multitud, escuchando… observando… palpando con los oídos cada sonido, cada mensaje, cada gesto… latiendo y vibrando como las cuerdas y los parches… sí, ese momento donde el músico sobre el escenario parece estar más cerca de lo que podría jamás estar. Adentro, casi… llegamos a formar parte de él, diría.
Ese es el momento, en el cual todo cuadra, en el cual el alma baja al cuerpo y estamos realmente vivos. Aunque sea por un rato.