¿A quién no aterró el pulpo negro? Una “Obertura” abre el disco y succiona al consumidor cautivo. El sueño del hombre pulpo, la opera prima de Mataplantas, de movida genera intriga.
La banda platense (ex Bárbara Feldon), algo así como lo nuevo del viejo Nuevo Rock Argentino, cortó con gancho la figura retro vintage de La 99, y ahora se dedica a vampirizar con estilo al apasionante Narciso Ibáñez Menta. Como una nube de langostas supersónicas (“Infinito”), carcomen todo a su paso y dejan las marcas de sus vicios recurrentes (bah, los de Pablo de Caro, su cantante y letrista, en la mayoría de los casos): el suicidio, el asesinato, el terror. ¿Lo mejor? “Asesina”.
Poesía pos adolescente (producida por Sebastián Volco y mezclada por “Manza” Esaín) que gana contundencia en los pasajes más atomizados, como “Moderno”, “Buscado” o “Angelitos”: “Mientras dormís, voy a recordártelo/ Yo soy el ángel que te sueña a vos/ Soy todo. soy todo, soy todo…”. Y tras el banquete. se relaja en su versión cosmopolita (“Hawai”, “El día de los muertos”, “Los días de hoy”). ¿Acaso Doris y Jaime Sin Tierra ya forjaron, cada uno por su lado, una descendencia? Quién sabe. Esto es garage sci-fi con una horripilante obsesión en mente: avivar al Mataplantas de su estado vegetativo.