El evento que se llevó a cabo el pasado sábado 13 de octubre en el óvalo del hipódromo rosarino congregó a más de 15 mil personas con una propuesta de bandas consagradas y algunas revelaciones, pero tuvo falencias primordiales que seguramente serán solventadas en el regreso asegurado de esta multitudinaria propuesta para la ciudad y la provincia de Santa Fe.
El Festival Bandera tuvo su debut en Rosario y llegó para quedarse, de eso no hay dudas. El público de este masivo y consistente acontecimiento histórico en la pampa húmeda se aglomeró puntual y cuando se abrieron las puertas, a eso de las 15, una horda de curiosos excitados ingresaron al enorme predio, cercano al estadio de Newell’s Old Boys, sin querer perderse ningún detalle.
La gente del Bandera era recibida, ya adentro, por un amable sector de esparcimiento con muestras fotográficas, fichines, barbería, uñas esculpidas con logos de diversas bandas y juegos de realidad virtual. Las colas para adquirir productos gastronómicos y los baños colapsaron en escasos minutos mientras Matilda ya hacía bailar a un grupo de personas, bajo un espléndido sol que iluminaba naturalmente el extenso Parque de la Independencia.
El fútbol-tenis y los metegoles le daban la bienvenida a los primeros concurrentes de este festival que en su primera presentación ya se convirtió en un ícono artístico de la cultura pop. Costó unas pocas horas aclimatarse a la dinámica del Bandera, que también ofrecía un globo aerostático y un puesto de remeras, con ofertas muy pero muy accesibles. El corralito de las casacas también, en breve, se mostró atestado de fisgones y varios compradores.
Las dos correctas pasarelas -una para ir hacia los escenarios Este y Oeste, y la otra para volver al Sur- se habilitaron ni bien terminó el concierto del dúo electro pop local Matilda y todos salieron disparando a ver a otra banda de la ciudad: los Bubis Vayins. La efervescencia del público se iba acomodando a las diversas actividades del festi y ya sonaban, en simultáneo, los uruguayos Cuatro Pesos de Propina (en el Oeste) y el rapero Emanero (en el Sur).
La puntualidad e inmediatez de cada concierto no tuvo reproches pero a esa altura de la tarde, cuando promediaban las 17, ya resultaba imposible ir al baño o comprar algo para comer. Pero evidentemente no era una feria gastronómica y eso se volvió notorio cuando desde Berazategui, De La Gran Piñata desataba una fiesta en el escenario principal y la ex Utopians, Barbi Recanati, hacía lo propio con su proyecto solista en el proscenio más pequeño del evento. Antes, el cuarteto rosarino Alto Guiso la rompía toda con un show magnífico, de lo mejor del Festival Bandera. La fiesta piñatera contó con una lista bien hard rock y ya se veían los primeros cocochos y banderas flameando de la tarde, que continuaba a pleno sol en el verde del Hipódromo.
Dancing Mood explotaba el Sur pasadas las seis de la tarde. El combo instrumental de Hugo Lobo hacía mover a una numerosa parte del público entretanto había arrancado Coki & The Killer Burritos. Los rosarinos, artistas célebres de, fueron los encargados de reemplazar a Cielo Razzo -luego del escándalo por las denuncias sobre abuso sexual- en el escenario Oeste.
El guitarrista de Fito Paez, rodeado de otros músicos históricos de la ciudad como Eloy Quintana y Tito Barrera, terminó cantando “Espaldas pesadas” entre la gente, a la espera de otro de los grupos que brindaron un estupendo concierto: El Kuelgue. Los liderados por el glorioso showman Julián Kartún inauguraron con un, todavía, “buenas tardes” y recibieron la noche en el Bandera que ya iba cambiando de colores. Las luces y las nobles pantallas gigantes distribuidas por el predio se iban ganando su lugar luciéndose y ofreciendo espacios para echarse y descansar porque todavía faltaba un montón.
Guasones fue el punto clave de una jornada frenética de shows con un recital concreto y prolijo, repleto de clásicos, en el marco de los festejos de un cuarto de siglo de trayectoria para los platenses. El hitazo del streaming “Tan distintos” ya se convertía en un himno del Bandera cuando se tornaba toda una utopía conseguir una botella de agua o poder usar el baño. Claramente no era una kermesse de pueblo sino un evento popular que marcaría historia en suelo rosarino. La falta de puestos de hidratación, en un día quizás no tan caluroso, fue una de las principales carencias del festival.
La muchedumbre, acostumbrada a ese tipo de realidades propias de fiestas multitudinarias se seguía movilizando de un escenario a otro. La superposición de ciertos shows estuvo acertada. Había para todos los gustos. Fiesta, música, baile y puntos de esparcimiento para calmar la manija y la espera. No fue para nada plomizo la transición entre los grupos.
Mis Bolivia se presentó en el Sur, un escenario un tanto incómodo para la perfomance en vivo de la talentosa Paz Ferreyra y sus enajenadas bailarinas que aportaban más fiesta durante las últimas canciones de los encabezados por Facundo Soto, y la previa de unas de las propuestas más profesionales del rock argentino actual: Los Espíritus.
El sexteto de La Paternal demostró su espectáculo de trance sicodélico en el Este para palear un poco el inminente número fuerte de la noche rosarina: Babasónicos. Los hermanos Rodríguez y compañía venían con disco fresco -“Discutible” había salido el viernes 12 de octubre- pero también sonaron tradicionales canciones de su ópera seductora como “Risa” y clásicos de la primera época como “Desfachatados”.
Los necochenses de El Plan de la Mariposa, que hace rato dejaron de ser un secreto a voces de lo bueno de la música nacional, hacían de las suyas en el Sur (allí también tocaron los Cortito y Funky, promediando las 00), al mismo tiempo que los forajidos de Lanús volcaban todo su talento irreprochable, en el mismo escenario que cerró la popular banda tropical de la ex Bandana, Ivonne Guzmán, ya entrada la madrugada del domingo.
Dárgelos irrumpió en el Oeste con un traje de lord feudal y las últimas energías que iban quedando se guardaban para otro tanque masivo que son -y fueron- Las Pastillas del Abuelo, hacia cualquier punto cardinal al que se dirijan. La imagen de Babasónicos literalmente esperando el final de Los Espíritus fue un tanto insólita. No fue una noche de feats y tampoco se vio esa fraternidad que suele haber entre las bandas, al menos arriba de los escenarios.
La organización del Bandera (parte de los que realizaban el recordado Quilmes Rock en la city) publicó, ya en domingo, en sus redes sociales “Recién termina…y esto es solo el comienzo. Gracias a todos por estar en el primer #FestivalBandera18”. No cabe duda que los productores de este festi salieron victoriosos y sentaron un precedente, un cambio de paradigma en el que quizás las bandas y el público tengan el mismo prestigio. La música fue por momentos sonido de fondo de una enorme convocatoria que se asemejó mucho más -y evitando comparaciones odiosas- al Lollapalooza que al hasta ahora inalcanzable Cosquín Rock.