La banda de Jorge Araujo, Tito Fargo y Gustavo Jamardo se presentó en El Sótano.
Si alguien alguna vez dijo que “Araujo no le pega a la batería” es obvio que nunca escuchó a Gran Martell. Bueno, seguramente todavía no ha la escuchado, porque su debut tuvo lugar en El Sótano de Rosario, el pasado viernes 24.
La banda está compuesta por íconos del rock nacional: Jorge Araujo en batería y voz, Tito Fargo en guitarra y coros, y Gustavo Jamardo en bajo y voz. La experiencia de Jorge en Monos con navajas y nueve años junto a Divididos se suma a la de Tito, quien tocara con Luca Prodan en la Hurlingham Reggae Band, y en los inicios de los Redonditos de Ricota (discos “Gulp” y “Octubre”). A la propuesta se incorpora el virtuoso bajista Gustavo Jamardo, quien tocara en el grupo de rock Porco. Según las palabras de Fargo esta es una “banda nueva de gente vieja”. El volver a empezar con la ventaja de haber andado muchos caminos, y de saber transitarlos.
El nombre de la banda hace referencia al ilusionista rumano Joseff Martell, quien por su genialidad se ganó el apodo de “Gran Martell”. Por ello el dibujo de una galera de la cual sale un conejo, que tapizaba la ciudad de Rosario anunciando el debut del grupo.
Ya en mayo en la Clínica de Batería de la casa rosarina Dr. Drum – quien fabrica los palillos que usa Jorge – se perfilaba la química de una banda. En aquella oportunidad lo acompañaba Tito Fargo con su guitarra, y algunas veces con un bajo. De allí salió el disco “Indecente Propuesta Sonora”, grabado en las Clínicas realizadas en los últimos meses y de edición limitada.
Los problemas de sonido a los que El Sótano ya nos tiene acostumbrados hicieron perder definición de fraseos, y palabras que vibraban desde las gargantas de los tres integrantes.
Sin embargo, la fuerza de la banda no decayó en ningún momento. Ningún instrumento es secundario. La guitarra de Tito Fargo oscila entre melodías, improvisaciones y arpegios, los cuales apoyan el fraseo del bajo. Forman un bloque sólido, el cual se acomoda con la flexibilidad de agua. De pronto la guitarra toma un papel relevante, ante lo cual el bajo apoya en una base; más tarde se invierten los papeles, quedando la guitarra en arpegios y el bajo soleando. Y siempre presente la fuerza demoledora de la batería de Araujo.
El estilo de la banda se enmarca en una mezcla de psicodelia y rock duro de los ’60, pero con un sonido del 2000 y un concepto rítmico diferente a la mayoría de las bandas actuales del rock nacional. Y ahí está la mayor fuerza y lo más interesante: logran una línea rítmica distinta. Tres músicos de inmenso virtuosismo, unidos por la fuerza implacable de un baterista que entrelaza las líneas melódicas con una base rítmica en la que se apoyan todos, y a la vez forma un tercer elemento independiente e imprescindible. Jorge logra una cuasi melodía paralela que se crea desde el groove y la síncopa, rompiendo con el tradicional acompañamiento. Y su voz, que solo despuntaba en algún coro en Divididos, florece en Gran Martell.
Tocaron diez temas: Intro, Es igual, Sopa, Tierra de campeones (el cual surge en Indecente Propuesta Sonora), Pasos malos, Freak nocivo, Nuevo nueve, Hijo de mil, Quema, y Latidos. Este último tema, despoja el escenario y conserva tan solo el cajón peruano y un micrófono. El cierre de la noche estuvo a cargo de Jorge Araujo, quien llenó el espacio de una manera increíble: parecía mentira que solo se acompañaba de un cajón y su voz. Ante el pedido del público, los músicos volvieron a salir a las tablas y repitieron un tema de la lista. Recordemos que solo hace tres meses que se ha formado la banda, tener diez temas y estarlos presentando en público son muestras de las ganas y energías que la componen.
Gran Martell tiene programados varios shows, el próximo en la ciudad de Córdoba, para luego plasmar su material en un disco, que sería grabado a mediados de octubre y editado a principios del año que viene.
Después de llenar estadios gigantescos, volver a la intimidad de los recintos chicos, verse las caras, poder distinguir el más mínimo detalle y expresión de quien está en frente.
Para el público significa sentirse parte: no es el músico intocable desde la lejanía de un escenario remoto, es el músico en persona, real, al alcance de la mano, respirando el mismo aire, palpando la energía y emoción de un nuevo proyecto que nace y empieza a crecer.
Al subir las escaleras que nos llevan a la luz de la calle pensaba en silencio que habíamos sido testigos de un momento único, mágico, como los que brindaba Martell. Imaginaba un futuro de estadios llenos, discos consagrados, miles de seguidores…pero habíamos sido parte de ese inicio, de esa magia única de haber estado en el debut de la banda. Magia, sortilegio, ilusión. Días atrás en el video-chat que organizaron para sus seguidores le preguntaba a Jorge “¿Por qué Martell?”, y él respondió: “por ustedes”.