Directo y sin vueltas. León Gieco se toma su tiempo para grabar discos, pero, cuando lo hace, cuida todos los detalles. “Bandidos rurales” es una especie de superproducción; un trabajo prolijo, potente, grabado en Los Angeles con enormes sesionistas norteamericanos y en Buenos Alres con talentosos músicos argentinos.
El abanico de los gustos estéticos de León aparece, en este disco, abierto de par en par. El country folk que es su sello de fábrica está un poco más presente que el folklore argentino que empezó a recorrer hace poco más de veinte años, pero en Bandidos rurales conviven afable y amablemente Bob Dylan, James Taylor, Carlos Gardel y Atahualpa Yupanqui, entre otras ilustres influencias. “La guitarra” letra de Atahualpa, música de León- es un temazo, uno de los hitos del álbum. “Sin querer” es una balada reflexiva que, apenas Nick Cave la escuche, deseará haber escrito; “Uruguay, Uruguay” es una hermosa melodía mateica (por Eduardo Mateo, no por Juan Alberto Mateyko) y cuenta con una notable participación de los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso; la música de “Las Madres del amor”, con Charly García en Hammond, coros campestres y las guitarras de Ricardo Mollo y Claudio Marciello, recuerda a la veta más rockera de Porsuigieco. En cuanto a las letras, en este disco aparecen varios Leones posibles: un formidable contador de historias (“Bandidos rurales”); un melancólico observador de paisajes (“Buenos Alres (de tus amores)”, Uruguay, Uruguay”); un melancólico observador de estados del alma (“Sin querer”, “Viejos amores”); un militante de canciones urgentes que denuncian la injusticia y vindican la resistencia y la memoria (“Idolo de los quemados “, conocido por ser la cortina del programa televisivo “La Biblia y el calefón”; “Canción para luchar”; “Las Madres del amor”; “La memoria”). Todo eso es León Gieco. Con todo respeto, aunque comparto la mayor parte de las ideas que expresa y aunque adhiero a las causas que León defiende, se me hace que sus canciones urgentes son las menos perdurables, las menos interesantes desde el punto de vista artístico. En suma, que León tal vez podría a veces decir lo mismo con más poesía y menos periodismo. Su furia es, en algunos casos, equiparable a la de ciertas letras de rap. Como él mismo lo explica en “Canción para luchar”, León se propone “decir las cosas que pocos dicen” y “aclarar las cosas que están pendientes”. Directo al grano. Y sin vueltas.