En el nuevo disco de Almafuerte, Iorio/Marciello entregan buenas letras sobre temas ya medio remanidos.
En la primer línea del primer tema de “Toro y pampa” (“Debes saberlo”) de su nuevo disco Iorio le ofrece a su público el gesto peronista de declararse en igualdad de condiciones: “tan sólo soy uno más que junto a vos resiste”, dice estrechándole la mano al amigo metalero. Pero esta vez se muestra sensible al amor y afirma que si lo abandona la inspiración “estoy perdido, estoy deshecho”. Imaginarse a los fanáticos de Iorio, tan anti-mariconadas-hippies, poguear mientras cantan un estribillo que dice “si no hay amor mejor bajate/ si no hay amor nunca habrá sueños” es un poco cómico. El track dos es “Pensando en llegar”, otro tributo al camionero (Iorio había grabado uno con Hermética, “Del camionero”) construido sobre bombo en negras bien head banging y riff zeppeliano. La cosa se pone más pesada en “De la escuelita”, donde el cantante se pone en la piel de un maestro de campo y en el estribillo hay una de esas líneas que caracterizan al ex V8: “se confirma que la ignorancia es la enfermedad que al mundo apesta”. El siguiente paso es “Una estrofa más” donde la banda sale del riff como elemento primordial y desenvuelven una canción fogonera (se escucha una guitarra acústica en segundo plano) en la que por enésima vez en su carrera Iorio habla sobre sí mismo y reflexiona sobre su pasado: “se que flaco es el ovillo de mi íntimo carretel/ me la pasé largando hilo al remontar estrellas de caña y papel/ no me podrán cambiar aunque mucho lo intenten”. “La maquina de picar carne” es un temita pesado motorhediano acerca de irse de putas, pero el estribillo que recrea una melodía infantil es de lo más ridículo que haya cantado el metalero: “Ico Ico caballito vamos a Belén/ que mañana es fiesta y pasado también”.
Después llega otro hard rock parecido al “Fuel” de Metallica donde Iorio rememora su origen barrial en el Oeste del conurbano “donde amanece el rocanrol” y cuya letra menciona lo más representativo que le regaló ese lugar: el “andar a pata y sin amor”, la buena suerte, la verdad, los amigos de fierro y una mujer. Después de un solo de guitarra llega un momento de pseudo clímax donde Iorio recita la letra sobre el bajo y la bata, para que cuando se sume la viola la canción gane fuerza. Paso seguido se despliega otra composición sobre el Apocalipsis social que nos rodea (“En el siglo del gran reviente”); Iorio se pone quejoso como los viejos chotos: “se expande el bicho de la desviación/ muere el respeto a los ancianos” y hasta le pide a la Virgen de Luján que “ilumine el destino de mi pueblo magro”. “Vencer el tiempo” es otra canción autoreferencial sobre lo raro que se siente el inflamable cantante en el actual contexto socio histórico, y la perla es la tecnofobia explicita del ex Hermética: “estoy muy cerca del mar pero lejos de la red/ no se si me internaran o si me interné”.
El track que titula al disco es otra canción fogonera, de acordes mayores, extrañamente alegre para el siempre ceñudo Iorio que acá habla de dejar la falopa, irse al campo y comer un asado con amigos fraternales que se abrazan. El décimo track (“Cosas que pueden pasar”) es el último tema y tiene un verso sostenido sobre un bajo y una batería que avanzan a paso militar. El texto suma frases calificables como pelotudísimas (“una vieja y un viejo entran a una covacha/ se echan un polvo para matar las cucarachas”) pero también muestran una visión social lúcida (“que grande se ha hecho la franja entre arriba y abajo/ unos se van a Miami otros se van al carajo”). Cierra con unas risotadas de amigos borrachos que hacen pensar que es una jodita de estudio. Y la clausura es un tanguito de un minuto y medio tocado en guitarra acústica.
A lo largo de la placa las letras son incuestionablemente buenas. No desbordan de poesía o metáforas, sino que más bien parecen documentales que aburren un poco cuando abusan de la primera persona. Lo mejor sin ninguna duda es el trabajo de Marciello; sus riffs y solos son impecables y estas canciones con un guitarrista menos talentoso o más cuadrado correrían el riesgo de ser un bodrio. Y Iorio… no es ni bueno ni malo. Es incorregible.