El tercer disco de El robot bajo el agua repite un clima de sobriedad, intimidad y lugubrez.
Suena a disco compuesto en una computadora por un ermitaño que hace dos años que no juega al fútbol excepto vía Playstation. Los diez tracks de “Sólo resta sumar”, de El robot bajo el agua, tienen bases de batería electrónica, preponderancia de guitarras acústicas, capas eléctricas disgregadas y un pianito sobre el cual Nicolás Kramer canta susurrando como para que no se queje la viejita de abajo. Lucarda y Kramer (ambos ex Jaime sin Tierra) muestran un pequeño mundo de cuatro paredes pero dan luz verde para revisar los rincones de su intimidad.
“Somos los parlantes” es la primer canción; cuando empieza obliga marcar con el pie, incluso parece que invita a bailar. Pero al promediar, el clima se pone siniestro y para cuando termina parece que la letra es un monólogo escrito (y cantado) por el loco de Belgrano. Le sigue “Asistencia”, algo así como un miembro amputado de la anterior. A los ¡siete! minutos de duración de “Comidita”, una especie de psico bossa indie, no le hubieran venido mal un poco de vivacidad o quiebres melódicos. “Algo” es una canción que invita al adulterio cómplice con una efectiva armonía acústica que les permite marcar el punto más memorable del disco. Cerca del final hay una plácida brisa sonora que se llama “Iorio” que si llega a ser escuchada por el metalero corre sangre seguro. “Madriguera” es el momento más vacío del disco: una melodía desde un pianito es lo único que musicaliza el momento en el que se abre un corazón.
Casi todo el álbum repite una ambientación lúgubre, una vocalización frágil, casi lastimosa, y un dinamismo austero. La batería electrónica marca el ritmo con tan poca energía que provoca una filtración de monotonía a la atmósfera generada por las composiciones. Si bien el marco y las texturas sonoras llegan a resultar tediosas, no deja de ser rescatable que los artistas intenten armonías tan personales. Y es un punto a favor la despreocupación de los autores al dejarse observar sin filtros pese a su diminuta desnudez.
Si la intención fue hacer un disco freak, lo lograron: hay una canción cuya letra habla de una cámara digital. Si lo que quisieron hacer es algo claustrofóbico, también: parece compuesto, grabado y hecho para escuchar en una computadora. Parecería que el mayor afán fue la creación de una estética sobria, pero el intento terminó resultando algo insípido.