El segundo disco de la banda rosarina Cielo Razzo les permite dar el gran salto a la masividad.
Con un diseño hiper original, “Código de barras” es el segundo disco de la banda rosarina Cielo Razzo. El homogéneo grupo del carismático vocalista Pablo Pino, las guitarras de Pájaro y Nano, el bajo de Narvi, la batería de Javi Robledo y la percusión de Juampi – ahora con el agregado del tecladista Marcelo Bizarri – está en las bateas desde el 29 de octubre y pone de manifiesto que aunque el líder sea su cantante – de voz cada vez más ecléctica – la individualidad de sus músicos sigue incrementando en la banda el renombre que posee en la ciudad.
Grabado y mezclado en Palmo Records, de Palmo Adario, “Código de barras” es un disco serio, inteligente y ampliamente profesional que permite a la banda, jactarse de su producción luego de diez años de lucha en el under – aunque desde el 2001 que parecen haber salido de él – y convertirse en la banda más popular del circuito rosarino pero con aspiraciones y un futuro impresionante.
“Luna” rompe el hielo y suena a hit, hablando de las situaciones que una persona debe llevar a cabo para lograr una vida mejor. Pino afirma que el tema trata “las cosas que una persona hace en la vida para sobrevivir”.
“Remando en punto com”, “Mujer” adopta la percusión de Juampi, a la par de las violas para una mezcla rara que huele a ritmos rioplatenses con toques murgueros, ya característicos de Cielo Razzo.
El track número tres es “Estrella” que ya sacó chapa de “Carne dos” por el agite que ocasiona en los shows de la banda. Todavía no estaba presente en ningún disco y ya era un clásico en los conciertos del grupo de Ludueña y Echesortu.
Para conocer un poco de historia de Cielo Razzo, sus integrantes decidieron incluir en “Código…” la canción “Frágil” que data de varios años atrás y para quienes están al tanto de la trayectoria de la banda, sonaba en los bares, cuando tocaban en el casi anonimato.
El tema podría ser tranquilamente la música de fondo de un gangster huyendo alocado, perseguido por la policía.
“Demás” – por momentos sonando como “La polca” de Catupecu – se oye como un tema de previa de show. Imágenes de gente llegando que van poblando poco a poco cualquier concierto que sea masivo. Para quienes no conocen Cielo Razzo por las “Buenas” éste quizás podría ser un tema presentación.
Párrafo aparte para la frase “Pocos callan en el murmullo, todos se peinan para aparecer” resumiendo un poco la humildad de la banda. Poco importa para ellos firmar autógrafos si lo que hacen no les agrada. Callarse en el murmullo es tomar la iniciativa. Todos quieren aparecer pero Cielo sigue siendo una familia, un sindicato como ellos lo denominan amistosamente.
“Chapa y bandera” muestra la incursión en otros géneros. En esta oportunidad el reggae – o regay como lo apodaban en las listas de temas de los recitales -. Luego de atravesar la tranquilidad, el tema se fusiona con un rock desalineado e imperfecto para gritar luego con el puño arriba “Dame una chapa, te doy mi bandera…” Un auténtico dejo de rebelión.
El punto de inflexión, la bisagra, es clara en “Por llegar”. Una balada melódica, que en sus inicios se tocaba con eléctricas y en “Códi-go…” suena acústica. La voz de Pino cumple un papel fundamental. La limpieza y la profesionalidad de los integrantes de Cielo Razzo hacen que la banda sea muy buena en sus individualidades pero funcione como una máquina homogénea.
El funk llega de la mano de “Otoño blanco” y todo Cielo Razzo se pone a bailar – inclusive Pino con su forma desfachatada y alocada que tiene de hacerlo -. “Otoño…” es el “Bébelo” del nuevo material. El verso “O quizás ya ni mi cara es la misma” narra, según la banda, las vicisitudes de un niño que madruga para ir al colegio con el guardapolvo blanco y la almohada pegada a la cara.
Cielo Razzo se suma al “que se vayan todos” agitado de la sociedad argentina a través de la letra de “Madre poder”. Es un palo a los políticos y a la política, valga la redundancia. Es un tema corto que deja a uno con ganas de más pero la banda supo mesurarse. No es todo crítica. Para qué gastar pólvora en chimangos. Pino y los demás descargan su bronca en este track nueve.
“Arde” y “Esquina” son canciones de amores enfermizos. El primero trae un poco de violencia en las cuerdas de Aime – Nano – y Almirón – Pájaro – y el segundo permite un sonido más clásico del grupo. Puede imagi-narse un tipo en un bar céntrico, esperando a una persona que nunca vendrá.
“Puta” es otro de los hits que antes del 29 estaban huérfanos – sin disco – pero eran exigidos por los fans en los shows. Una duda existencial ¿dónde queda el monte Yabrám? Sin duda “Puta”, que también se relaciona con el sexo femenino, es otro éxito de la banda y van…
“Vueltas” es de los mejores temas del disco. Con un estribillo impresionante y arreglos funk – a Cielo Razzo parece agradarle el estilo – y un “bembe o” fonético, que cierra casi el disco con las voces mezcladas – son más de diez afirma Pino – de Pablo y el Pájaro. Habrá “que darle alas a esta furia sin razón”.
Casi como tema aparte, “Cuenta” – que quedó afuera de “Buenas” en el 2001 tiene la participación del ya mítico Pablo “Largo” Caruso. El último track de “Código…” fue grabado en Camote Records hace algo de dos años y más que un buen tema es un merecido homenaje al ex baterista de la banda, fallecido en un fatal accidente automovilístico, junto al escenógrafo y amigo de la banda, Claudio Crispín.
“Cuenta” permite el sonido de los teclados de Bizarri y la estrofa “Si dejamos los años correr, algunos años quizás, verás que todo será mejor, decías, y tenías razón” resume la tristeza insuperable que conlleva la banda por la desaparición de aquel avocado a los palillos que era Largo.
Detrás, oculto, se escucha una especie de arreglo propio de un DJ realizado por Largo en uno de los viajes de la banda. Pino expresa que Cielo Razzo había recibido una samplera y Caruso jugando con ella, construyó las notas que ponen el fin del disco.
Los shows de Cielo Razzo convocan remeras del Otro yo, Los Piojos, Almafuerte, Attaque 77 y demás para demostrar la diversidad y llegada de la banda. Es un fenómeno de masas que comieza a ingresar en el folklore de las grandes misas rockeras – en el último recital se apreciaron en la previa el clásico tetra y las botellas de gaseosa barata que contienen cerveza en cantidad y también colas de varias cuadras, algo inusual en otros conciertos que parece ir haciéndose moneda corriente -.
El arte de tapa y las dedicatorias están empapadas por la gracia de la banda – hasta agradecen a los ilegales y mp3 – y particularmente una de las fotos del disco, retrata a Pino – con una a remera a rayas – y Robledo – con una con el número 22 – con las mismas remeras lucieron en la presentación de “Código de barras” en el Patio de la Madera.
Más allá de todo reconocimiento por la magnitud y crecimiento de la banda, cabe destacar la humildad de Cielo Razzo que sigue siendo una de sus virtudes más importantes. Pese a tener en la calle un disco ampliamente profesional, los jóvenes músicos, de futuro enorme, nunca dejan de agradecer y demostrar que arriba del escenario son uno más y no hay egolatría que valga.