El álbum debut de Los Peyotes eleva la influencia de los ’60s, “suena a viejo” y, al mismo tiempo, es una propuesta renovadora.
“I want to looooove youuuu babyyy…”. Bastan apenas 8 segundos para que Los Peyotes desencadenen una frenética sublimación de guitarras salvajes. Los responsables del inquietante caos que provocan estos once temas son cinco bárbaros surgidos de la dilatada escena garagera porteña cuyos recitales adquieren una intensidad memorable. En lo que se podría considerar su disco debut (hay un CD-R y un EP previos) aporrean los oídos de los escuchas con canciones fulminantes, que según David Peyote (guitarras, voz y ¡¡maracas!!), fueron compuestas con cuatro cuerdas. El clima anárquico y la admisión de imperfecciones aportan una ración necesaria de desprolijidad y confusión que ilustra la atmósfera de película de terror clase Z que construye el disco.
El logro de Los Peyotes está en que consiguen sonar verosímiles en su visión degenerada y sanguinaria. La escucha de la placa propone de entrada un catálogo de enfermedades psicóticas: “Fuego” es un monólogo de presentación de un piromaniaco, “Mockers” son tres minutos y medio de los que brota sudor, “El humo te hace mal” es una puerta cerrada de una patada y “Te pegaré” parecería ser la canción que le hubiera arrancado una sonrisa cómplice a Carlos Monzón. Todo lo ejecutan con un par de guitarras desaforadas que desbordan de punteos sobre el colorido incaico del Farfisa de Victor la Pantera.
Las influencias se pueden encontrar en la letra chica del capítulo sobre bandas de los 60 de las enciclopedias sobre rock: The Who, The Animals y The Troggs. También aparecen las primeras bandas que tocaron música beat a orillas del Río de la Plata: Los Gatos, Los Mockers y Los Shakers. Pero la banda de la cual parece ser que se calcaron más detalles es Los Saicos, grupo de culto que hace 40 años destilaba surf y garage a orillas del Lago Titicaca. Si la intención es sonar a viejo, la logran: los equipos valvulares, el Farfisa y la preocupación por el vestuario que muestran en la tapa aciertan cuando juegan a retrotraer el tiempo. Si lo que quieren hacer es mostrar algo renovador, de algún modo, también lo consiguen: nunca una banda de rock argentina trasladó tanto desparpajo a un compact disc.