Juan Ravioli debuta con un disco melódico, intimista, sensible y prometedor.
Una generosa cuota de buen gusto y sobriedad llega de la mano de este exquisito instrumentista capaz de tocar teclados, bajo o guitarra. El currículum del artista además lo muestra como ingeniero de grabación y enumera participaciones en Bristol, y también junto a Flopa y Lucas Martí. Ravioli parece uno de esos músicos hechos para bordar los silencios con delicadeza más que para aturdir con el volumen. El álbum, coproducido por Mauro Taranto (sonidista de Pez) está armado con trazados armoniosos y de corte intimista donde no hay nada fuera de foco. Y todas las composiciones que forman este material, excepto tres canciones, fueron concebidas por el músico cuando formaba parte de Paris 1980, quinteto de pop acústico y experimental que armó en 2000 y que parece haberse resumido en un proyecto solista.
El disco abre con la lastimera evocación de un amor pasado bautizada “No estamos lejos” que llega tras una intro de teclados planchados y rasguidos acústicos que se extienden durante un minuto. En ese gesto se puede advertir que Ravioli maneja sus propios tiempos sin apuros y sí se analiza la duración de las canciones el dato se confirma: en promedio superan los cuatro minutos. El siguiente paso es “Desatando pasos”, canción con trompetas orquestales pero cuya melodía y entonación hacen acordar a la de Manza (actual Valle de Muñecas, ex Menos que Cero). La seguidilla de “Quedan cinco hojas”, “Los últimos tres” y “La ausencia” forman un momento emotivo, taciturno y confidencial donde se recrea cierta belleza radioheadiana. Tras eso llega “Autoengaño”, una canción de una placidez asfixiante. En “Maldición” hay una de esas frases existencialistas que marcan el espíritu de la placa: “eso que buscás suele estar en vos”. “Vida” llega con una melodía hindú-beat & psicodélica que marca uno de los momentos más lúcidos y suaves del álbum. “Nada” logra un instante de vacío introspectivo de ocho minutos que está pegado a una composición igualmente oscura, “Nosotros”, donde Ravioli logra un despojado ambiente noise. Los últimos tramos de la obra son “Condicionamiento”, un pasaje desbordante de languidez, y “La diversidad de los rumbos”, melódico instante que cierra esta hora de música con pianos elegantes.
Hay dos marcas que resumen la manera de trabajar de Ravioli: una es la tendencia a la minuciosidad académica; otra es la suavidad con la que parece tratar a sus instrumentos. Todo lo que hay en este Álbum para la juventud parece estar entre algodones y transmite una calma parecida a la que da observar el tránsito vehicular desde la altura. En su desolador debut el artista revela la sensibilidad madura de un poeta abatido y eso invita a esperar de él mucho más. Por lo menos un Volumen II que complete esta obra. Y, ya que estamos, informamos que la grabación de ese material está anunciado para el 2007. Allí Ravioli asegura que, a la inversa de este disco, volcará canciones más cortas y grabadas con la banda que lo acompaña actualmente: Fernando Pereyra en guitarra eléctrica (también integrante de Trip Combo), el bajista Marcos Roca y Lucas Herbin en batería. Desde ahora las estamos esperando.