Acaba de ver la luz Fulanos de nadie, el primer disco en estudios de los Caballeros de la Quema luego del suceso de La paciencia de la araña donde figuraba el hit radial Avanti morocha. Y en estas horas de posparto, el conductor del grupo, Iván Noble, cuenta cómo es su vida de hoy, por qué escribe lo que escribe, y explica sin vueltas por qué ya no es igual que los chicos que conforman su público: “Porque estoy más viejo…”.
El disco Fulanos de nadie, recién editado, se iba a llamar Fulanos de Berazachussettss, cuenta Iván Noble en el atardecer de Recoleta, luego de haber sumado una campera de cuero pesado a su remera negra de Roberto de Niro en Taxi driver porque se puso fresco. Un poco de Berazategui, un poco de Massachussettss, aclara por si hiciera falta: una parábola sobre la globalización, “Tercer Mundo y Primer Mundo cagándose a codazos”. También, en cierta forma, un guiño a la realidad de su banda, Caballeros de la Quema, que ha crecido y por eso se permite mutar, y que a la vez sigue siendo la de siempre. “En el ecosistema de una banda de rock que tuvo un éxito, ese Tercer Mundo y ese Primer Mundo se chocan muy seguido, porque como te va bien con un disco y tenés éxito entre comillas, te empiezan a aparecer situaciones primermundísticas, pero después volvés a tu casa y tenés la canilla que sigue gotéandote”. Todo esto se lo contaron al diseñador del arte del disco, que es norteamericano y no sabía nada del grupo y de su historia, y nada del país en el cual respira la banda. “Le dijimos por qué caballeros de la quema, y cuando llegamos a ese asunto de conservar la elegancia aún en medio de la mugre, nos pareció irónico vestirnos de traje tipo Frank Sinatra, y seguir teniendo las patas en el tacho, como siempre”.
-¿Qué tiene de nuevo Fulanos de nadie?
-Puntualmente, utilizamos instrumentos y recursos que antes no nos animamos a usar. Nos sacamos de encima prejuicios o preconceptos, y por primera vez utilizamos coros femeninos, usamos cuerdas, usamos loops de batería en un par de lugares. Pero siempre tratando de que sea en función de la canción y de nosotros. De todas maneras, no creo que haya demasiado nuevo. Hay de vuelta la música que nos gusta escuchar, que siguen siendo canciones, rocks y reggae, un poco de música negra. Hay un tema de música disco (Rómulo y Remo, el que hoy están pasando las radios).
-¿Puede ser que una de las diferencias de este disco con los anteriores es que no es tan suburbial?
-…Puede ser. Quizá porque las letras de este disco son bastante más de piel para adentro, con miradas al cuore. El disco es bastante autobiográfico, y no es que haya salido menos a ver qué pasa en la calle, por ahí me dediqué más a ver qué pasaba adentro mío cuando escribo. De todas maneras, me parece que una forma de retratar una época es mostrar los estados de ánimo de un momento. Sobre todo cuando sospechás que no son solamente tuyos.
Cero mensaje es una canción que habla de la soledad y de la angustia de que no pase nada, y eso no te pasa solamente a vos, mucha gente llega a su casa y no tiene llamados en el contestador. Al hacer esa canción me acordé mucho de una frase de Marilyn Monroe; le preguntaron qué es la fama y ella dijo: “Es tener cuarenta grados de fiebre y que justo ese día no suene el teléfono”. Viene por ese lado. No creo que la única forma de contar épocas sea la pintura de la aldea. Si no La metamorfosis de Kafka sería solamente la historia de un hombre convertido en cucaracha, y si no podés imaginarte trasladar eso a un inconciente colectivo más grande…
-En una canción (Basta para mí) el tipo que canta dice “basta para mí…” Eso es un editorial de estas horas.
-Esa canción es la más explícita en lo político del disco.
-Hay muchas referencias futbolísticas, eso del tipo que no da más y dice: “la hora, referí”.
-Eso se lo robé. Literalmente. Ves, quizás en el disco no haya muchas referencias geográficas pero para escribir uno se nutre de cosas que te pasan en la yeca. Una vez fui como todos los días al supermercado, y la clásica pregunta de rigor al tipo que te empaqueta las verduras: “¿Y, cómo anda todo?”. “Y, acá andamos”, y hablando del país, de las cosas cotidianas, “lo que pasa en este país, hermano, a veces te dan ganas de decir corténla, que se acabe ya; ahora”. Claro, un país que siempre te gana por goleada, decís bueno listo, terminó. Basta, un poquito de aire. Salió de ahí.
-Otra novedad del disco es que escribiste una letra con Joaquín Sabina (la de Otro jueves cobarde). Pero a la vez no es tanta novedad, porque todo el manejo de recursos para escribir que tenés, remite directísimo a Sabina.
-Yo mamé mucho de él. No sé si me sale, pero yo lo leo y lo escucho mucho desde hace muchos años. Y para mí es un referente concretísimo. Rotundamente, me parece el más grande escritor de canciones en español vivo.
-¿Conocés Inventario, el tema que abre el primer disco de Sabina?
-No. ¿De qué habla?
-Es una enumeración de las cosas que tiene su mundo. Te cagarías de risa, parece un tema tuyo.
-Bueno,
Rómulo y Remo, el tema de difusión, es una lista de deseos. Cada línea es un deseo.
-Esa canción tiene cierto emparentamiento con Dos margaritas de los Paralamas.
-No la tengo muy escuchada. Pero me acuerdo: “Nada me hará tan feliz como dos margaritas…”
-¿Sabés a qué margaritas se refiere?
-¿Al trago?
-Claro. Herbert Vianna me contó que la escribió en un lugar, México creo, cuando estaba tomando unos margaritas riquísimos. Entonces hizo la lista de las cosas que lo harían feliz, y puso que, en verdad, no hay nada mejor que un margarita. O mejor, dos margaritas…
-(Risas…)
–Rómulo y Remo está buena.
-Viste, cada línea es un deseo. Y el estribillo dice: “Queremos todo, un poco más de todo, de todo el toco y un poco además”. Como una vuelta de tuerca a “queremos el mundo y lo queremos ya” de los Doors, o al “seamos realistas, pidamos lo imposible” (del Mayo francés). O “no sé lo que quiero, pero lo quiero ya” (de Sumo). Esto es un poco irónico, pedimos todo, el cepillo de dientes eléctrico, el levantavidrios, todo. Intenta ser una mirada cínica sobre eso, a llenarte de cosas con tal de no salir a la calle, porque la calle no está buena.
Amado público…
Los Caballeros siguen siendo los de siempre, dice Noble, pero de ninguna manera pueden no haber cambiado. Por todo lo que han vivido en el último tiempo -el éxito les llegó con Avanti morocha y la notoriedad extra-musical la trajo el ¿romance? de Noble con la estrella pop Natalia Oreiro y la consecuente instalación del cantante como sex symbol en oferta- y también porque estos caballeros tienen nada menos que diez años más que cuando empezaron. Ya no son pibes, son hombres adultos y como tal actúan y tocan. Y como tal, Noble escribe.
-Ahora cuando salgan a tocar este disco nuevo, ¿crées que el público habrá cambiado?
-El público cambia todo el tiempo… Hay parte que desaparece y después vuelve a aparecer, parte que te sigue escuchando pero en el living de su casa, porque ya no sale, por ahí se casó y tiene hijos, y ya no va a los recitales. Y también hay gente que en
Perros (Perros, perros y perros, tercer disco del grupo, del 96) tenía 13 años y no escuchaba rock, y ahora por ahí conoce a la banda. La relación entre el público y el artista es algo complejo que cada vez pongo más en tela de juicio, o trato de tener una visión cada vez más crítica al respecto.
-Hay que ver si el que escribe una canción lo hace con una mano en el corazón o si lo hace pensando en los chicos que van a verlo a los shows. A veces resulta increíble que algunos artistas de 40 años siguen escribiendo balbuceos adolescentes…
-Justamente. Si vos querés conservar a la gente que te quiere mucho porque no le mentís, no le mientas. Yo ahora estoy peléandome con esa idea de las cosas. Ya no tengo más 20 años, sigo disfrutando de algunas cosas pero de otras ya no disfruto más. He incorporado a mi vida disfrutes, y músicas, y letras y estímulos, que antes no tenía. Entonces difícilmente me parezca a un pibe de 20. A los 20 años, los pibes que venían a vernos se sentían muy cerca nuestro y estaba bien, porque éramos como ellos. Ahora prefiero… tomar un vino caro a un vino barato. No solo porque puedo sino porque conozco los dos y me gusta más el mejor. Entonces si paso una esquina y hay unos pibes que me dicen “eh, aguante Noble, vení tomá un tetra del pico”, yo les voy a decir gracias loco, no. Y si cuando voy a mi casa, si puedo tomarme un Luigi Bosca me lo tomo. No porque me haya vendido sino porque diez años después me di cuenta que hay otras cosas. De la misma manera en que el escenario me siento un poco ridículo estando todo el tiempo trepado a los baffles y saltando. Hay momentos en que no tengo más ganas de hacer eso, no me sale más, no transpiro más eso. Por momentos sí, pero en otros momentos tengo ganas de colgarme una acústica y salir tocando la acústica, o sentarme en un monitor a cantar una balada.
-¿A quiénes te gustaría parecerte cuando tengas diez años más?
-Tengo varios. Me gustaría tener el hambre de gol de Sabina, la energía de Gieco para tener ganas de seguir haciendo cosas. Tener la cabeza de Tom Waits. Todas cosas difíciles, pero… Pero no me imagino a los 45 años en shorcitos de jean diciéndole a mi público: “hoy me tomé una birra y fui a buscar a mi chica, me metí en mi coche rojo y que se yo”. Te pasan otras cosas. Y la verdad, prefiero la deserción del que cree que ya no sos como él, porque ya no sos como él -y no porque seas mejor o porque ganaste mucha guita con un disco, sino porque le llevás 15 años-, y no el gesto demagogo de decir bueno, voy a hacer canciones que no me las voy a creer ni yo, y voy a contestar cosas y me voy a poner remeras que ni yo me las creo, para parecerme al pibe que junta los 15 mangos para venir a un show. Una complicidad mentirosa. Ese tipo de clientelismo político con el público yo no tengo ganas de tenerlo. Sé que el costo puede ser que el público mute, que alguna gente se enoje y se vaya detrás de bandas que supuestamente se parecen más a ellos, pero la verdad es que esas bandas tampoco se parecen más a ellos; esas bandas son del tipo de bandas cuyos guitarristas o cantantes cambian el auto y lo dejan a cuatro cuadras para que no se de cuenta la gente. Yo paso de eso. Si me ven entrar caminando, que me vean entrando en auto cuando tengo auto. Tampoco es un mérito artístico entrar caminando a un estadio. Ni es un desmérito artístico tomar vino de 20 mangos. Podés ser un estúpido tomando Trapiche Medalla y podés ser un talentoso tomando el mejor Santa Ana. Y al revés también. Entonces, me parezco muchos menos que antes a la gente que nos viene a ver. Y por qué…, porque estoy más viejo. Porque ya aprendí a emborracharme, aprendí que las mujeres son muy complicadas, aprendí que los amores no duran demasiado, aprendí que la vida, además de dos veredas donde se ponen los buenos y los malos, tiene atajos, recovecos. Obviamente, lo que me faltará aprender; no es que tenga 80 años. Pero ya no tengo la cosmovisión que tenía a los 20 años, entonces ya no puedo escribir canciones iguales. Y los pibes que se enojan porque escribo canciones de amor y de desamor, bueno, será porque nunca tuvieron ganas de escribir una canción a una mujer; no es culpa de ellos tampoco, quizá nunca tuvieron una mujer, quizá nunca los dejó una mujer, quizá nunca se les partió el corazón. Esos son reclamos que yo trato de tomar con pinzas.