A lo largo de más de diez años de carrera y cuatro discos, Massacre no sólo mantuvo su sonido alejado de cualquier tendencia, sino que logró diseñar un estilo propio: un pop retro con sonido muy británico que se mezcla con el pasado skate punk de la banda. Hasta “Juguetes para olvidar”, su álbum anterior, Massacre exhibía como grupo una unidad tal que sus cuatro integrantes llegaron al extremo de tatuarse el mismo símbolo en sus respectivas muñecas. Eso se ha roto. El reemplazo del histórico bajista José Armetta por Luciano y la inclusión de un guitarrista acústico estable fueron cambios no del todo felices. Massacre ha perdido el enojo latente en sus canciones; ahora la furia aparece en pequeñas dosis y domesticada.
Otros aspectos, por suerte, no han variado. La garganta de Walas y su manera de actuar vocalmente los sutiles y retorcidos versos siguen siendo un placer único; la guitarra de Pablo M. conserva la precisión cuando pasa de la distorsión leve al solo refinado. Y si en los anteriores trabajos del grupo el denominador común de las canciones eran las inquietudes del hombre, en “Aerial” surge la figura femenina como protagonista; desde los temas se disparan nombres: Angélica, Mariela y la trilogía de Ana “Se duerme-Sueña-Despierta” (sin duda, la persona con mayores problemas de descanso en la historia del rock nacional). Una más a favor: la sección de vientos de Los Fabulosos Cadillacs, que colabora en un par de temas y aporta cierta frescura.
Hay aquí temas que ya se anotan como infaltables en esos encuentros casi rituales que Massacre llama presentaciones. En esa lista figuran “Te leo al revés”, “La respuesta es fácil”, “Te arrepiento” y el cover “You Really Got Me”, que le debe mayor crédito a la versión de Van Halen que al original de The Kinks. Sin representar lo mejor dentro de su discografía, “Aerial” mantiene una magia que lo hace flotar con la misma simpatía que el astronauta de la tapa.