El noveno disco de Massacre se consume como un catálogo de patologías modernas, dividido en fobias, obsesiones y culpas. Esa clasificación clínica (asistida por el psiquiatra Pablo M., guitarrista de la banda) incide en los estados musicales de la obra, siempre cambiantes y tumultuosos. “La nueva amenaza”, una fobia reverberante y llena de guitarras cósmicas, embiste contra la política exterior de Washington, y asegura que “ni Elvis ni Superman nos defenderán”. Otro capítulo en la saga El Rock vs. La Casa Blanca.
El diagnóstio, sin embargo, es más psicodélico que realista. “Herederán la Tierra” proyecta una visión del planeta luego de la extinción del hombre, con citas a la ciencia-ficción biologicista de cine clase B. En el mismo subgénero cabría “Invasión de aguavivas en Santa Mónica”, un surf rock ruidoso que cuenta el arribo de una plaga a un balneario de California mezclando estéticas de Roger Corman y el Antiguo Testamento. En el capítulo sobre Las obsesiones figuran “Ideal para el invierno” (musicalización de un poema escrito en el siglo XIX por Arthur Rimbaud) y “Ambas estatuas”, rock espeso e intrigante que alude a un hallazgo arqueológico que definiría el eje del universo. Los pioneros argentinos del skate-rock extienden el alcance de sus intereses: la medicina, la cultura popular, la literatura, la mitología, el romanticismo, el punk… Todo cabe detrás de la avalancha de guitarras eléctricas, responsables esenciales de la intensidad de la banda.