Puedo mirar hacia un costado y esquivar
esa mueca de suicida en el espejo;
puedo correr a ningún lado, o esperar,
sentarme ahí, sobrevivir a mi pellejo.
La soledad sin vos
no me entiende ni me enseña,
solo me aleja de tu lado
y de lo hermoso de lo raro.
Hay lázaros de amor
que se arrodillan a sus miedos,
y es como el frío del invierno,
como el frío de tu infierno,
como el tiempo que es escaso
se hace inerte entre tus brazos.
Buena suerte, ahí, en mis sueños.
Y el aire de tu voz vuelve con cada tormenta
y la esperanza entre mis manos
y las miserias de tus labios
y la soberbia de mis sueños
y los hoteles de mi infierno,
Buena suerte, ahí, en mi infierno.